La ciencia que esconden las frases bonitas
No importa si vas a la recepción del dentista, a la casa de tu suegra o a un restaurante a celebrar una comida familiar… ¿no te da la sensación de que allí donde tú estás hay una frase inspiradora acechando?: “¡No hay nada imposible!”, “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, “El camino al éxito es la actitud”.
¿Cuántas horas de nuestra vida hemos invertido en reprender al frutero, criticar al alcalde o quejarnos del tiempo? Si tú también te has visto en alguna de estas, es hora de cuestionarse la jugada. Cada vez que señalamos al vecino nos perdemos las verdaderas motivaciones que hay detrás de nuestros pensamientos, perspectivas y conductas.
Estamos viviendo el auge de una revolución (o plaga) de la motivación que genera simpatizantes y detractores a partes iguales, pero pocos saben qué persigue esta moda, cuál es su efecto sobre nuestro humor y qué relación puede tener con algunas de nuestras habilidades más apreciadas.
Emociones, creatividad y resolución de problemas
Si algo pretenden estas máximas es animar al personal con positivismo a raudales. No sabemos si es útil o no, si lo consiguen o no, si es suficiente o no. Pero lo que si sabemos a día de hoy es que un estado emocional positivo juega un papel clave ennuestra creatividad, y, por tanto,en la resolución de problemas.
Gracias a la psicología de la emoción podemos afirmar que el doble efecto del estado de ánimo positivo es laamplitud de categorización y laflexibilidad cognitiva, es decir,potencia la habilidad de organizar de forma más variada el contenido con el que representamos mentalmente nuestro entorno y facilita la asociaciones de ideas diversas y novedosas, lo cual se traduce en captar soluciones originales e innovadoras. Esto significa que bajo emociones como la alegría, por ejemplo, nos es más fácil agrupar mentalmente elementos como “camello” o “trineo” en la categoría “MEDIO DE TRANSPORTE”.
Para captar la utilidad de estas cualidades basta con ponernos en una situación de apuro. Establecer asociaciones inusuales como utilizar los calcetines en forma de guantes puede ser irrelevante a simple vista, sin embargo, puede resultar clave en un extravío en alta montaña. Y es quela principal barrera a la hora resolver una situación novedosa con la que nos sentimos incómodos (comúnmente llamada “problema”) es lafijeza funcional, es decir, una categorización rígida que nos lleva a percibir cada elemento con su funcionalidad habitual.
El problema de la vela
Uno de los experimentos en que se ha comprobado este efecto es “el problema de la vela” (Dunker, 1945). ¿Qué harías si como participante te facilitan una caja con chinchetas, una vela y un estuche con cerillas, y se te pide fijar la vela a la pared de modo que pueda arder sin que se vierta la cera sobre el suelo? En este estudio se demostró que las personas a las que se les induce un afecto positivo superan más fácilmente la fijeza funcional de percibir las cajas como “lugares para guardar cosas”, así, son capaces de reestructurar la situación de forma que la caja pasa a utilizarse como plataforma, que una vez fijada a la pared mediante chinchetas, hace de platillo improvisado.
Si por algo es apreciada la creatividad es porque no tiene límites
Como todas las habilidades, cuanto más uso hacemos de ellas, más naturalmente se incorporan a nuestra vida. Y es que no hace falta vernos en situaciones extremas para comprobar sus beneficios: el estilo de vida que vivimos, las relaciones que construimos, los proyectos que impulsamos o las causas que promovemos están intrínsecamente impregnadas de nuestra habilidad de crear, de nuestra creatividad.
En el próximo artículo…
Si existe un vínculo entre nuestro estado de ánimo y habilidades tan apreciadas para la mayoría de nosotros como la creatividad y la resolución de conflictos, quizá sea interesante plantearnos lo siguiente: ¿cuál es el impacto de nuestros quehaceres cotidianos en nuestras emociones?, ¿sabemos cómo influye lo que hacemos (o lo que dejamos de hacer) en nuestra química cerebral?
Lorena G. de Arriba
@timefortalent