La carga de guardar un secreto: ¿por qué es tan fácil irse de la lengua?
Nuestro descontento laboral, aquello que odiamos de nuestros amigos pero que no nos atrevemos a comentar, un hobby del que no queremos presumir, algunos gustos que creemos que no están bien vistos, los actos del pasado de los que nos arrepentimos o las infidelidades. Todos tenemos secretos, información que nos reservamos para nosotros mismos o nuestro círculo más cercano.
Según una investigación de la Universidad de Columbia existen un total de 13.000 tipos de secretos.
¿Por qué escondemos tanta información?
Hay muchas razones para hacerlo: el miedo a no cumplir con las expectativas que tenemos sobre lo que deseamos ser, las exigencias de nuestro círculo social, nuestras creencias sobre como funciona el mundo…
En nuestra adaptación funcional al mundo, separamos la información que queremos mostrar a los demás de la que es mejor mantener reservada para nosotros, en nuestro foro interno.
Sin embargo, no somos unos genios mordiéndonos la lengua. Ni con los secretos de los demás, ni con los propios.
¿Cuesta tanto guardar un secreto?
Seguro que alguna vez se te ha escapado algo que te había contado un amigo y no sabías al 100% si debías contarlo. Pero vamos a calmar un poco tu sensación de culpabilidad.
En un estudio del investigador Michael Cox se reveló que cada persona escucha una media de tres secretos cada semana. Dato que expone nuestra poca capacidad para mantener la boca cerrada.
Pero eso no es todo, el estudio también reveló que el mayor porcentaje de personas tarda una media de 47 horas y 15 minutos en desvelar una confidencia, ¡ni siquiera dos días!
¿Te sientes menos culpable? Seguro que estás pensando «mal de muchos, consuelo de tontos»… pero lo cierto es que tienes justificaciones para irte de la lengua: el boca a boca funciona por algo. Los rumores que corren como la pólvora no son solo cosa de los pueblos. Tienen que ver con la psicología inherente a todo ser humano.
El coste que tienen los secretos en tu salud
Los secretos pueden dañar las relaciones humanas, como ocurre cuando ocultamos algo por miedo a la reacción o los pensamientos de nuestras personas cercanas. Pero el precio a pagar por nuestra intimidad no solo queda ahí.
Cuando escondemos información, esta se transforma en una carga, es como una mochila de piedras que llevamos con nosotros. Y los estudios de neurociencia demuestran que esta carga no es metafórica.
La verdadera razón por la que nos cuesta mantener la boca cerrada es que cuando tenemos un secreto sentimos una sensación física de lastre, un peso que podemos experimentar en nuestro propio cuerpo. Hay un coste directo en el bienestar personal y en la salud física.
Tanto es así que, según experimentos, los individuos que ocultan información se sienten más cansados y perciben una mayor dificultad en los retos de su entorno. Pueden percibir una simple pendiente más empinada de lo que la perciben los individuos más transparentes.
No es extraño entonces que tratemos de liberarnos de ellos, especialmente cuando nuestra propia guardia está baja, como en las ocasiones en que se mezcla la noche y el alcohol.
Pero no todos los secretos pesan igual, hay secretos que se convierten en una carga y otros que son fáciles de mantener. La clave está en nuestra capacidad de ignorarlos. Mientras algunos no tienen importancia, otros se transforman en pensamientos recurrentes que aparecen una y otra vez y echan raíces en nuestra consciencia. Hasta el punto en el no merece la pena guardarlos, ya que las consecuencias de revelarlos son menores que la energía emocional que gastamos ocultándolos.
James Pennebaker, un psicólogo de la Universidad de Texas, estudió como afecta el silencio a las víctimas de abusos sexuales. Descubrió que el silencio puede ser más dañino que el propio suceso. En su investigación encontró que cuando las personas exponen abiertamente lo ocurrido, su salud mejora, aumenta la calidad de su sueño, bajan los niveles de las hormonas del estrés y se reducen las visitas al médico.
¿Cómo podemos encontrar ese equilibrio saludable?
3 ejercicios para liberarte de una forma saludable
Cuando nos deshacemos de los secretos que nos importan, nos quitamos una carga de encima, dejamos de gastar nuestra energía en evitar ese tema y tenemos una sensación de liberación.
Además, el sencillo gesto de hablar del secreto nos hace pensar en él constructivamente, procesándolo y reduciendo considerablemente la preocupación que puede generar.
Pero teniendo en cuenta las consecuencias de revelar ciertos secretos, aquí tienes tres formas de liberarlos de forma segura y equilibrada:
#1. El confidente desconocido
El secreto busca una puerta de escape, por eso en el pasado la labor del confesor tenía tanto valor. Hoy día hay nuevos profesionales han cogido el testigo, como los psicólogos.
Tener un confidente que se encuentre fuera de tu entorno habitual, una persona desconocida, es saludable y todo un alivio. Si encima se trata de un profesional que te puede ayudar a procesarlo mejor.
#2. La escritura terapéutica
Dicen que no hay mejor confidente que quién no puede hablar. Esa es la razón por la que el papel es otra alternativa ideal. Escribir los pensamientos íntimos es una técnica que se utiliza desde hace tiempo en terapia.
A partir de ella obtenemos el mismo efecto de liberación que nuestra mente necesita para descansar y podemos procesar también la información para clarificarnos.
El beneficio es que no necesitas acudir a una persona para hacerlo.
Y funciona: en una investigación de la Universidad de Auckland se comprobó que escribir los pensamientos más íntimos a diario acelera la velocidad de cicatrización de las heridas físicas.
#3. La exposición anónima en la red
Seguramente hayas oído hablar de Julian Assange, fundador de Wikileaks. Un personaje controvertido que creó un buzón informático donde confidentes de todos los lugares del mundo podían revelar secretos oficiales sin miedo a ser descubiertos. Su lucha contra los excesos de los gobiernos lo han convertido en un héroe para muchos y en un villano para otros. Pero lo interesante para nuestro ejercicio es el uso que hace de la tecnología.
Si no te atreves a acudir a un profesional, pero sientes que el trato frío de un diario no es para ti, hay una tercera opción: la red.
Internet es una herramienta muy útil. Podemos redefinir los secretos, exponiéndolos en los chats anónimos, redes sociales, blogs y muchas páginas web especializadas. Mantenemos la seguridad del anonimato sin renunciar a la conversación, las respuestas y el apoyo de otras personas.
Como hemos visto, la transparencia es algo muy saludable. Cada uno debe elegir que secretos merecen ser guardados y cuales no y las tres formas que hemos visto de exponerlos pueden ser muy beneficiosas.
Llegados a este punto, podemos plantearnos también varias preguntas: ¿cuáles son las razones de que nos avergoncemos de ciertas cosas? ¿qué pasaría si fuéramos totalmente transparentes? ¿las consecuencias serían tan graves? ¿qué pasos podemos dar hoy para vivir sintiéndonos más en paz con lo que sentimos y pensamos?
Francisco V. Hernández Ramírez
@franvhdez