Los cuatro refranes que minan tu autoestima
Los dichos populares suenan bien, son divertidos, fáciles de recordar y ponen el broche final a más de una conversación, pero son pocas las personas que se paran a pensar en cuál es el impacto que provocan.
Porque el lenguaje no es simplemente una herramienta para comunicarnos con el otro. También es la forma en la que pensamos, con la que ordenamos nuestras ideas y creencias y construimos la perspectiva de lo que somos y de cómo es nuestro mundo.
Cuando lo usamos influimos en nuestro interior y también expresamos lo que llevamos dentro. Por eso, observar nuestro lenguaje es una forma de conocernos.
Nadie niega la sabiduría que encierran los refranes, pero aquí van cuatro que podrían estar limitándote:
En boca cerrada no entran moscas
¡Alarma! ¡Cuidado con lo que dices!
Este dicho funciona de forma ideal para cortar cualquier atisbo de creatividad. Bajo el sabio consejo de mantener la prudencia al hablar se esconde el miedo al fracaso y también, a la libertad.
Porque si bien es cierto que en ocasiones es preferible observar antes de actuar para poder pensar, también es cierto que no todos los obstáculos que se presenten en tu vida te permitirán hacer esa parada. A veces tendrás que echar mano de otro recurso que tienes: la intuición.
Es más, este consejo podría estar sirviéndonos de excusa para no actuar, ocultando nuestro miedo al conflicto y/o al fracaso. Y si algo nos han repetido hasta la saciedad los grandes referentes que se atrevieron a avanzar y conseguir que la humanidad evolucionara es que «para lograr el éxito, hay que cometer errores».
El error sirve para tu aprendizaje y tu evolución, así que… ¡No tengas miedo a las moscas!
Piensa mal, y acertarás
El grado de satisfacción que tenemos con las personas y circunstancias que nos rodean tiene que ver en gran medida con lo que esperamos de ellas, con nuestras expectativas y nuestros prejuicios.
Sin embargo, partir de un punto negativo para que luego no vengan las decepciones puede ser una medida… «demasiado drástica». Y tiene los peores efectos secundarios: cuando esperas lo peor de los demás estás poniendo de tu parte para que tu realidad confirme tus sospechas… ¿merece la pena?
Vivir bajo el paradigma de la desconfianza implica ir mirando detrás de cada esquina, obsesionado con la idea de que las personas que se cruzan contigo esconden algo y se mueven por intereses ocultos.
Con la desconfianza instaurada… ¿cómo podemos relacionarnos con el resto de una forma saludable? ¿qué empresa saldría adelante con este tipo de relaciones? ¿renunciar a todas las facilidades y beneficios que la confianza te puede ofrecer a ti y al resto? ¿acaso no puedes simplemente aprender algo nuevo cuando llegué esa temida desilusión?
Partir de una actitud positiva no es incompatible con tener los recursos necesarios para afrontar todas las posibilidades.
Más vale malo conocido que bueno por conocer
No arriesgues nunca. La mejor manera de quedarte dónde estás, aunque estés lleno de barro hasta arriba, es seguir a pies juntillas este dicho popular.
Porque cuando afrontamos cambios siempre surge el miedo a la incertidumbre, a la falta de certezas y a las posibles consecuencias negativas.
Es obvio que mantener lo conocido que te hace bien en tu vida es un gesto inteligente. Pero… ¿mantener aquello que no te hace bien? Lo peor de una situación desagradable es que no sea lo suficiente molesta como para salir de ella. Porque alargas esa situación, no deseada pero cómoda, en el tiempo y casi sería mejor que la situación fuera aún peor para que te empujase hacia un nuevo lugar.
Afrontar el cambio de una situación que sí está impactando sobre tu vida es un acto de sabiduría. Y este refrán, que esconde el pánico al cambio, puede ser la excusa perfecta parano hacerlo.
Observa ese miedo y ponte en marcha con la madurez suficiente para saber que lo nuevo no será necesariamente mejor que lo anteriorpero que ninguna excusa es suficiente para mantener una situación insostenible.
A buen entendedor, pocas palabras bastan
En muchas ocasiones, este refrán se convierte en el escudo de nuestras excusas. Cuando no logras explicarte, cuando no tienes respuestas o te falta claridad en tu discurso es la salida fácil. Pero esa falta de claridad en el lenguaje proviene de una falta de orden interno… que tiene que ver con tu mentalidad.
Cuando lo usamos así, estamos ocultando el «no tener las cosas claras» a los demás, y peor aún; a nosotros mismos. Encima, con un a buen entendedor, pocas palabras bastan, pretendemos que los demás sepan lo que ni siquiera nosotros sabemos.
Si este es tu caso, párate a reflexionar sobre tus ideas, tus prioridades y tus miedos. Usa aquello que querías expresar y te presentaba tantas dificultades para poner en orden tu interior. Recuerda ese otro dicho de que «el que siembra viento, cosecha tempestades». ¿Si no miras lo que siembras en tu interior como vas a poder cuidarlo?
En el próximo artículo…
Hablando de refranes, ¿has escuchado este que dice «dos no discuten si uno no quiere»? Las relaciones que construimos no son solamente con nuestra pareja, familia o amigos, también lo hacemos con nuestros clientes, compañeros y… jefes. Si al oír esta última palabra se te revuelve el estómago seguramente has caído en el error de eternizar una relación dañina con tu jefe. ¿Has perdido la virtud del novato?, ¿sabes detectar los hábitos laborales que impactan negativamente en tu vida laboral y personal?
Francisco V. Hernández Ramírez
@franvhdez